El capítulo de la comunicación como ámbito de estudio, resulta en una saga de debates no resueltos y en un mundo de teorías que no terminan de explicar como se genera, se transmite y se recibe un mensaje. Y en esa controversia queda contenido que papel cumple cada uno de los integrantes del modelo comunicacional y en especial los medios.
Cuando una palabra tiene varios significados o sentidos, cada uno le da el que le conviene o el que conoce. Presume además, que todos le dan ese mismo sentido, ese mismo significado, esa misma intensión aunque luego puede no resultar así, y allí es donde se genera un problema de comunicación.
La relación entre quien escucha o recibe un mensaje y quien emite ese mensaje, es compleja. Ahora, cuando ese emisor es el poder, o son los medios de comunicación, o son los periodistas se genera un sentido atmosférico. Es algo que está en el ambiente como la presión atmosférica, que no vemos pero sabemos que existe. Ese sentido atmosférico de la comunicación, que luego puede derivar en lo que se llama el sentido común. Una especie de código compartido que sin ser pactado, parece que aglutina un pensamiento naturalizado. Muchas veces esa orientación es creada a fuerza de repeticiones, de dar por sentado hechos porque el emisor ha generado la suficiente confianza como para ser creíble, para no sospechar de él, si bien luego puede no ser tan así.
Parte de la estrategia comunicacional que el gobierno nacional tiene se ha montado desde la TV pública y la Radio Nacional en una serie de micros llamados “Ceder la palabra”.
El ciclo pergeñado por Hernán Lombardi, ministro de Medios y Contenidos Públicos convoca a integrantes del mundo contemporáneo argentino de diferentes áreas, como cultura, deporte, ciencia, farándula que en tono amigable brindan su perspectiva de como debería ser el comportamiento de esta refundada sociedad argentina. De manera espontánea estos consejeros aleccionan sobre temas como tolerancia, inteligencia, derechos, respeto, convivencia, etc. Solo que algunos no están a la altura de hacer reflexiones sobre madurez social o política.
Menciono por ejemplo a Santiago Kovadloff, escritor y filósofo, vicepresidente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, institución que salió en respaldo de Vicente Massot empresario y director del diario La Nueva provincia de Bahía Blanca y sospechado de delitos de lesa humanidad. Además Kovadloff, considera a Nisman como un desaparecido.
Otro personaje al que cuesta encontrarle el costado virtuoso es Fernando Iglesias, reciente comensal en la cena anual de Fundación Libertad, donde el cubierto se vendía a $7.000.- y donde se lo vio acompañado del juez Claudio Bonadio, Norma Morandini, Federico Andahazi, toda una entente judicial, política y mediática. (http://kontrainfo.com/?p=1627)
Iglesias, es un periodista que acusó a Cristina Kirchner de ser una mitómana y que a ella le convenía silenciar a Nisman para no ser denunciada.
Otros impresentables, son Román Lejtman, Hermenegildo Sabat, Federico Andahazi, todos con contradicciones públicas suficientes como para que al menos no se atrevan a dar concejos sobre libertad, igualdad y fraternidad.
Pero siempre se encuentra a alguien que se destaca, en este caso el abogado constitucionalista Daniel Sabsay se lleva los premios.
Como se puede escuchar un verdadero hipócrita. Estos personajes fueron convocados y se les cedió la palabra. Pero ceder no es compartir.
Porque la acción de ceder se realiza desde una postura de dominación. “Te cedo algo que tengo, que es mio”. Y mi generosidad hace que te lo de. Puedo dar algo que está bajo mi control. Ceder, no es compartir. Entonces, este nuevo poder nos cede la palabra que supuestamente estuvo enmudecida.
Y la pregunta que surge es ¿en qué situación estábamos que hace falta ceder la palabra? ¿Acaso necesitábamos permiso para hablar? ¿Acaso lo necesitó Lanata, La Nación o Clarín?
¿Y a quién se le cede la palabra? Porque ese gesto que parece generoso, que presume un cambio de época, es en sí autoritario. Es en sí mismo una selección de personajes siguiendo un rumbo ideológico. Jamás van a estar en esa lista los Barragán, los Victor Hugo Morales, las Sandra Ruso, o Nora Veiga por mencionar algunos ejemplos.
En otro sentido ceder, se refiere a dejar, abandonar, perder. Y también es conocido que Lombardi y su policía comunicacional, han ejercido la suficiente presión y han tomado acción directa sobre periodistas, productores, locutores, para que cedan sus trabajos y sus palabras al poder dominante.
El ministro Hernán Lombardi pretende que a partir de proyectos como el mencionado se llegue a la tan sonada pluralidad de voces, algo vociferado como lema de su gestión. Pluralidad que es finamente seleccionada, acallando a las mas rebeldes y dando aire a las mas alineadas. A juzgar por su comportamiento le cabe el dicho “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago..”.
Desde el gobierno actual se trabaja en el tema de la comunicación con mucho empeño. Su arquitecto principal es Jaime Durán Barba, asesor de imagen y responsable en gran medida del triunfo electoral de Macri, que consiguió convencer a los votantes que su propuesta era la mejor.
Ahora, se insiste con algunas lineas que pretenden resaltar su posición como gobierno. Escuchamos hablar de manera reiterada de “la pesada herencia”, “del sinceramiento de tarifas”, “de años de inflación descontrolada”, “de un desgobierno de 12 años”, “de una deuda externa no resuelta”, de “la pobreza estructural ocultada”, “que el país no creció en los últimos años”, “del déficit fiscal”, “del desempleo encubierto”, “de un INDEC que dibujaba los números”, “del diálogo que propone esta nueva gestión”, “de que nos insertamos en el mundo”, “de empleos de calidad”, etc, etc.
Incluso la nueva controversia surgida por la expresión de Ricardo Foster ex funcionario kirchnerista que dijo: “Yo no quiero que le vaya bien al gobierno de Macri”, y que el presidente intenta desvirtuar de su contexto. Porque la referencia es contra las medidas de gobierno que presume que es bueno devaluar, despedir, aumentar tarifas, y que a todas luces atacan la estabilidad, la tranquilidad, la economía de la gran mayoría de la población. Sin embargo, el presidente considera que el deseo de Foster “de que le vaya mal”, es un deseo de que a los argentinos les vaya mal. El presidente Macri asume que su éxito o fracaso es el éxito o fracaso de los argentinos, pero nadie define con precisión que es una u otra cosa. Detener la inflación a costa de reducir salarios ¿es un éxito o un fracaso?
Estas afirmaciones son rebatibles con explicaciones técnicas y políticas, pero acá estamos analizando no sin son verdad o mentira, sino como utilizan estas ideas, estos conceptos para generar en parte de la sociedad la “sensación de verdad”. Un código no escrito que los sagaces del gobierno intentan establecer como atmósfera de debate y realidad.
Así, estos tópicos son defendidos por los incondicionales de Cambiemos en cada programa de televisión o radio a que son invitados. No dan explicaciones de donde obtienen los datos, ni las fuentes, solo enuncian títulos que luego no desarrollan. Cómo nos tienen acostumbrados algunos diarios, que enuncian de una manera y luego en la descripción de la noticia dicen lo contrario. Lo importante son los títulos.
De esta manera no solo se evitan las explicaciones, sino que se da a entender que esto es rigurosamente como ellos lo dicen. Las aclaraciones, los fundamentos no son necesarios para estas personas ya que dan por sentado la veracidad de sus dichos y que la audiencia los recibe como verdades incontrastables.
Expresiones como “todos sabemos”, o “es así, como te lo digo” son una invitación para no discutir y cerrar el tema de manera de convertir a los oyentes en rehenes de esas supuestas verdades.
Suponen que el público no necesita esclarecimiento de los asuntos y que no puede comprender ciertas complejidades temáticas.
Pero, además se pueden generar pseudo-acontecimientos de distracción, lo que Ignacio Ramonet denomina el “efecto biombo” tan bien mostrado en la película Mentiras que matan con Dustin Hoffman y Robert De Niro. En la ficción se trataba de salvar a un presidente de un escándalo de abuso sexual, para lo cual se inventa una guerra en un país del cuarto mundo y se agitan motivos humanitarios. Una verdadera cortina de humo. Por estos lados, la zaga de Lázaro Báez sirve de biombo, para no pensar en las empresas offshore de Macri y de parte de su gabinete que por ser funcionarios público reviste gravedad institucional.
Ahora, si bien la comunicación puede ser manejada con éxito, también existe un mundo cotidiano conformado por lo real. Porque se puede desconocer la definición de inflación, pero se entiende que es un aumento de precios cuando se va a un comercio, tal vez no sea despedido pero conoce a alguien que lo echaron de su trabajo, que a la cuenta de la luz, del gas, del agua, del teléfono se le salto la cadena y no dan los números para pagarlas, que el salario ya no cubre los mismos rubros que hace unos meses.
Es aquí donde la comunicación entendida como estrategia para que creamos que es mas cierto lo que se nos dicen por TV que lo que nos pasa a cada rato, ya no tiene cabida y le llegó su límite.