Terminada la selección de candidatos PASO a cargos electivos tanto a diputados nacionales como concejales, se verifica una larga lista de heridos políticos.
En la provincia de Santa Fe y en la ciudad de Rosario, los más resentidos pertenecen al Frente Progresista, Cívico y Social, léase Socialismo.
Desde enojos, pedido de explicaciones, críticas, autocríticas, retos, se han ido verificando, pero lo cierto es que el declive de votos al socialismo fue evidente. Un arduo esfuerzo los espera si pretenden recuperar un poco de lo perdido.
En esta ocasión el análisis no será hacia el futuro ni tampoco consistirá en hacer etnografía por la pérdida del caudal de votos por parte de la fuerza política dominante en las últimas dos décadas en Rosario.
Las referencias serán sobre algunas situaciones donde la paciencia del ciudadano que habita Rosario queda vulnerada en mayor o menor medida. Hasta el punto en que ese habitante con derechos dice “No quiero vivir más en Rosario”, o “Me quiero ir de Rosario”, o “Yo a Rosario no voy más”.
Si esas manifestaciones se pudieran concretar, serian muchas las personas, las familias, que migrarían de Rosario. Muchas más de las que ya se han ido y conseguido asentarse en localidades vecinas. Porque, la referencia es a Rosario como ciudad eyectora de vecinos. Hubo un tiempo, no muy lejano en que el país desterraba a su gente por falta de oportunidades para vivir dignamente.
Seguro, hay multicausalidad, motivos diversos, pero la evidencia es que Rosario se volvió una ciudad incómoda, que despide, echa, espanta, destierra a mucha gente.
Dentro de estás múltiples capas de responsabilidades políticas, donde las administraciones nacional, provincial y municipal se reparten las diferentes competencias, a la local le toca la relación diaria, la del vecino, la basura, la multa, la luz de la calle, el tránsito, etc.
Puede ser que independiente de la fuerza política, el vecino de Rosario pueda tener los mismos problemas, las mismas angustias, los sinsabores… Lo cierto es que hoy esa responsabilidad cae en esta fuerza política que mencionamos y a ella le cabe responder.
Entonces, más allá de análisis estadísticos, se describen algunas desventuras citadinas mas bien vivenciales, que dan empuje a los que se quieren marchar.
Violencia urbana. Es raro que a un ciudadano o familiar o amigo en Rosario no le haya tocado una situación de robo o hurto. La gravedad varía desde un celular, zapatillas hasta las famosas salideras o entraderas. Indefensión, desamparo, miedo, estrategias defensivas para evitar ser sorprendidos, horarios en los que se puede salir o no, acompañamientos para evitar andar solos, son algunos comportamientos que se han adoptado por este flagelo social.
La lista sobre violencia urbana no se agota en esto, se menciona a vuelo de pájaro. Rosario se volvió famosa por su inseguridad, sus bandas narcos, incluso en puntos remotos de nuestro país nos precede la fama y se compadecen. Puede ser solo mala fama, pero la delincuencia ha hecho que los que pueden elijan otros rumbos para vivir y criar a sus hijos.
Infraestructura. Queda como deuda la apertura de calles en asentamientos donde se pueda circular y no solo caminar entre pasadizos y callejuelas de tierra que se multiplican en los barrios mas populosos de la ciudad. Contrastan notoriamente con las lujosas torres que se levantaron en la región norte de la urbe y cercanas al río. Dos paisajes que chocan en esta ciudad que mata a los corazones pobres.
Tráfico automotor. Cierto es que las mejoras en el consumo trajeron consecuencias no previstas. En la última década el incremento del parque automotor hizo que las calles de Rosario se vieran inundadas de vehículos y que colapsaran las posibilidades de transitar con cierta comodidad. Se escucha, “al centro no se puede ir más en auto”. Y es cierto que se tarda casi lo mismo que con el colectivo, pero con menos comodidad. El problema es que el servicio de colectivos no lo vuelve la opción más deseable, aunque muchas veces la única posible. Las bicicletas se han instalado como otra alternativa, sin embargo no es apta para todos los transeúntes. Y el taxi, es solo para circunstancias precisas, dado su costo.
Al estado caótico del tráfico, que parece haber superado la respuesta planificadora de la Municipalidad, sumemos la desidia, irresponsabilidad, imprudencia de conductores. Pero la administración municipal por un lado se presenta con mucha apatía para controlar, doble o triple filas frente a comercios o escuelas y sin ningún inspector a la vista en zonas conflictivas. Por otro lado hay excesos de celo y multas argumentadas con textos casi fantasiosos de inspectores que dan rienda suelta a su creación. No menos irritante es la imposibilidad de encontrar un parquímetro que funcione con la bendita tarjeta MOVI. El municipio hace alarde de tecnologías que en la práctica son solo parcialmente utilizables. Las vías “rápidas” para ingresar o salir de la ciudad son un caos donde cada dos cuadras los semáforos cortan la onda verde.
Centros de atención al vecino. Protestar contra el municipio es costoso, porque son largas las horas de espera en los Centros de Distrito hasta que un funcionario lo pueda atender. La capacidad de atención se ve desbordada, en invierno las personas hacen largas filas a la intemperie esperando que abran los centros de atención. Y muchas veces se reitera la concurrencia porque el tema no se resuelve. Le llegan del fisco municipal o provincial boletas de vehículos que ya no tiene y a pesar que demuestra que cumplió con todos los trámites, siempre hay uno más que realizar y usted tiene la culpa de no saberlo. Una boleta impaga de hace años que acumuló intereses y ahora no sabe ni donde las guardaba. Porque para vivir en Rosario, usted debe ser especialista en diversas áreas, leyes, gestoría, bibliotecario, códigos varios. Y tenga en consideración que no se mencionan los valores en pesos de cada trámite, impuesto o sellado.
Estímulos productivos. La municipalidad de Rosario tiene un sistema de préstamos para los llamados emprendedores. En general, aunque no todos, personas que han quedado al margen del mercado formal de trabajo. Es decir, muchos despedidos de industrias o comercios que por diversas razones cerraron. Estas personas, buscan otra manera de insertarse en el mundo laboral, de tener ingresos, de sentirse útiles, de producir sus ingresos. Entonces, con buen tino se constituyo un sistema de formación y créditos denominado PROMUFO, monitoreado por el Concejo y organizado por el ejecutivo. Los requisitos son muchos, las horas de formación son muchas y no siempre adecuadas a la realidad de este sector casi informal de la economía. Las vallas a saltar son cuantiosas y requieren el compromiso de las personas que van a solicitar el préstamo. En dinero puede alcanzar a moneda de hoy unos 30 mil pesos, que servirá para comprar alguna máquina, mejorar un puesto de venta, invertir en herramientas, etc. Las personas que buscan este sistema esperan llegar a presentar su proyecto final y que sea aprobado y así, luego de meses contar con ese dinero. Resulta, que la Municipalidad de Rosario no responde con la misma presteza a la hora de otorgar el dinero. Semanas, meses de trámites, de llamadas de discusiones, e incluso de reuniones con concejales para que alguien apure el trámite. Un dinero que ya está presupuestado y que se demora en hacer efectivo a los que sortearon todas las vallas. Que además, y por el correr del tiempo se desvalorizó y que en ocasiones queda desfasado con respecto al proyecto presentado.
Otra gota que orada la paciencia.
La intendenta Mónica Fein tuvo aquella ocurrencia de convocar a los candidatos presidenciales del balotage en 2015 y preguntarles ¿que iban hacer por Rosario? ¿Habrá cumplido el candidato ganador con lo prometido? Y otra pregunta que se puede formular, ¿qué hizo usted intendenta, por Rosario que la gente se quiere ir?